Moisés. El Vidente del Sinaí

Moisés no es un mito, ni su vida es una leyenda. Es una inteligencia de muy avanzada evolución, un Enviado Divino a la humanidad terrestre, que encarnó en el hijo de una Princesa Real del antiguo Egipto, cuando la Esfinge y las Pirámides ya nada decian de sus remotos orígenes perdidos en un pasado nebuloso. Moisés era la séptima personalidad humana de aquel «Agnus Dei» vislumbrado millares de siglos antes por los Querubes de los mundos más puros y luminosos de los infinitos cielos de Dios. En remotas edades anteriores a El, había sido fuego puricador y vara de justicia en el Continente Lemur; fue Juno, el «Mago de los Mares»; fue piedad, compasión y misericordia, personificadas en un pastor de corderos y antílopes; fue el Numu de la Prehistoria que los Kobdas del antiguo Egipto hicieron revivir como prototipo perfecto del creador de fraternidades idealistas, educadoras de pueblos y transformadoras de Hombres. Vivió como Rey de la noble dinastía Tolsteka de la bella Atlántida devorada por las aguas del mar; fue Anfión, a quien apellidaron el «Rey Santo», y más tarde Antulio, el filósofo médico que sanaba cuerpos y ennoblecía almas; y por último Abel y Krisna, en Asia, iluminando con los rayos de la Sabiduría, la Paz y el Amor. Y todo esto reunido como en un cofre de diamantes, invulnerable ante los golpes, las furias y las tempestades: el Moisés confidente de Elohim, el hombre hecho de bronce y piedra, y cuya alma vibrante de fervor y fe pudo imponer la Ley Eterna a la humanidad terrestre, como pudo arrancar agua fresca de las peñas para dar de beber a las criaturas sedientas.

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Hilarion de Monte Nebo
(Nombre espiritual de Josefa Rosalía Luque Álvarez)